viernes, 4 de abril de 2014

El camión de Pepsi.


Cuando mi familia y yo migramos de Monterrey a Veracruz al principio nos quedábamos en una casa que era propiedad de mi papá -que ya no lo es porque la vendió-. Creo que si algún día cayera por un abertura cerca de una montaña y tuviera que vivir en un hueco me sentiría menos solitario que en mi antiguo hogar. 

Éste hombre vivía en Astilleros; ahora pasa los mejores años de su vida en un hoyo lejos de ahí.

 Aquella casa se ubicaba en Astilleros, que en aquel tiempo era un lugar prácticamente deshabitado, no estaba pavimentado, y en las tardes rodaban por las calles esas bolas de paja impulsadas por el viento -que, por cierto, ya investigué, se llaman estepicursores-. Y enfrente hay una escuela; pero es para sordo-mudos. 


Mi mascota.

Bueno, después de haber pasado ahí el año más solo de mi vida y de que casi olvidar las capacidad para socializar, nos mudamos a Los torrentes -lugar en donde resido en la actualidad-, un lugar relativamente mejor, la casa es bonita, tiene un buen terreno, aunque aún así no salía mucho.

Aquellos años eran tiempos difíciles, mis papás pusieron una tienda para poder generar algunos ingresos que nos ayudaran a salir de nuestra situación paupérrima. A mí siempre me cagó la idea de tener una tienda, porque siempre me ha gustado la privacidad. La tienda estaba dentro de la casa, y cuando comía, antes de dar la primera cucharada, siempre llegaba un pinshi cliente cagón a interrumpirme.

Pero bueno vamos al punto de ésta historia, ya había pasado algo de tiempo y yo, pues y me habia hecho la idea de que tendríamos la tienda por mucho  tiempo. Un día, estaba sentado en las escaleras de mí casa, ni si quiera recuerdo por qué, y así, de repente retumbo en las paredes y ventanas de mi casa un sonido, cómo un impacto. Se escuchaba cada vez mas fuerte y cerca de mi. Bajé de las escaleras y afuera de mi casa, había un camión de Pepsi que se había estampado contra la barda de mi vecina. Los dos sujetos que venían dentro del vehículo estaban inconscientes. El camión estaba en frente de mi casa, y no se estrello con ella porque había dado ligeramente la vuelta hacia un lado, chocando así, con la barda de mi vecina.

Habían pasado alrededor de 30 minutos, y la gente que vivía en los alrededores ya se había llevado todos los refrescos que contenía el camión. Pepsi nos pagó una remuneración, nos agenció una casa en Miami y un millón de pesos. Pero se nos olvidaron los boletos en el taxí y tuvimos que quedarnos en Veracruz.










¿Y el millón de pesos? Qué chingaos' les importa.

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