viernes, 13 de junio de 2014

La maté.

Mi mamá saco, en la tarde, una bolsa de basura mientras yo estaba usando la computadora sentado en la mesa que está justo pegada al ventanal que da hacía la calle, obviamente, aquello no despedía hacía mí, que estaba justo detrás de ella, un olor muy grato. Olía a mierda. Pero me gusta sentarme aquí porque siento más fresco; a diferencia de cuando estoy recluido en mi cuarto.

Minutos después de que mi mamá sacó la basura y la puso a lado de otras que ya estaban acumuladas -unas 2 o 3 más-, vi pasar al wey que recoge las bolsas de basura y noté que el pendejo empezó a aglutinar un cúmulo de bolsas justo en frente de mi casa; como si el olor de las que ya tenía delante no fueran suficiente. Decidí salir para poder acoplarle a su cara unos dos o tres vergazos -dependiendo de la situación, si el wey era  muy feo no habría razón para perdonarle la vida-, pero dado a que el camión de basura estaba en la casa del vecino, y conociendo más o menos el modus operandi con el que llevan a cabo su trabajo, supuse que me superaban en número, que eran de barrios muy bajos, que fumaban mota, que sus respectivos padres los habían abandonado diciéndoles a sus respectivas madres que saldrían a la tienda a comprar cigarros, que habían estado en prisión y que probablemente estuvieran haciendo servicio comunitario para saldar algún robo a mano armada; así que decidí dejarlo seguir respirando, por hoy, ese olor a basura al que está acostumbrado. De modo que me quedé observando cómo se seguían acumulando frente a mí los desechos de mis vecinos.

Después de que habían terminado de recoger todas las bolsas y de  haberlas puesto frente a mí, uno de los tipos se acercó y recogió las bolsas de mi casa -lo cual descartó mi teoría de que eran lo suficientemente pendejos como para olvidar las mías-, cuando las quito del lugar en el que se encontraban, me percaté de que una cucaracha, sorprendida de que hubiesen encontrado su escondite -estúpido, por cierto-, intentó zambullirse entre las macetas de mi madre. La cucaracha se quedó inmóvil en la orilla de una de las  macetas, pensando que era verga porque creía que nadie la había visto usar la técnica especial de escondite que seguramente le había enseñado su padre antes de morir aplastado. Por desgracia de ella, yo si la vi, moviéndose inútilmente delante de mí, tratando de correr por su vida cuando su futuro ya estaba escrito.

Al verla yo inmóvil, pensé que sería sólo cuestión de tiempo para que, en algún descuido mío, pudiera entrar por el ventanal de mi casa, infiltrándose así, meticulosamente en el interior de mi centro de operaciones -osea, mi casa, wey-. Así que comencé a formular diferentes tipos de situaciones en las que podría llevar a cabo mi asesinato: pensé primero en salir tranquilamente por la puerta de mi casa y caminar como si nada hacía el sitio en donde estaba ella, y de forma inesperada, quitarme la chancla del pié derecho y empezar a tirar chingadazos al azar, pero dentro de los límites del área en donde estaba ubicada, algo así como una ráfaga. Pero después pensé en que me vería muy pendejo haciendo eso. Entonces decidí ir rápidamente, pero sin hacer tanto escándalo, para evitar que me detectase, por el insecticida que estaba detrás de mí, en el estante. Decidido, tomé el arma con la que llevaría a cabo mi atentado. Abrí la puerta de mi casa y me dí la vuelta hacía donde la cucaracha permanecía inerte, la observé por un momento para analizar las direcciones hacia las que se podría mover en caso de que al acercarme demasiado intentase escapar. Acerqué el insecticida hacía ella minuciosamente y presione fuertemente la válvula. Cuando sintió apenas las primeras gotas del rocío intentó huir deseperadamente sin éxito alguno, pues de inmediato, el veneno cumplió su cometido y, progresivamente, la coordinación en sus movimientos se fue mermando.

Después de unos instantes la cucaracha estaba boca arriba moviendo sus largas patas repetidamente. No estaba muerta; más bien moribunda, y en un acto de bondad, en lugar de ponerle fin a su sufrimiento haciendo estallar el interior de su cuerpo con la suela de mi sandalia, opté simplemente por empujarla con mi pié hasta la orilla de la banqueta para dejarla allí, y con suerte, el veneno no habría terminado su función debido a la poca cantidad que rocié sobre ella, logrando así, caminar después de un rato para huir de aquel lugar y tratar de olvidar aquella horrible experiencia. Le había dado una nueva oportunidad de vivir, tal vez ahora podría regresar a casa con su familia para contarles que había burlado a la muerte y que celebrarían yendo a comer a las mejores bolsas de basura del vecindario. Esto claro, si la pendeja no caminaba aturdidamente hacía la calle y terminaba siendo aplastada por las llantas de un automóvil.

Me di media vuelta y dí un par de pasos. Después me detuve un momento. Volví hacía la cucaracha y la bañe en insecticida. Quería estar seguro de que no entrara a mi casa y concluí con su final. Se retorció unos momentos y después quedó inmóvil. Ahora yacía sin vida en la orilla de la banqueta. Me paré y camine hasta mi casa. Entré y cerré la puerta. De pronto me sentí culpable, y hasta llegue a sentirme una mala persona, en realidad la cucaracha no me había hecho nada, ni a mí ni a nadie. ¿Entonces por qué la maté? si ya estaba casi inconsciente y era poco probable que desde donde estaba pudiera entrar a mi casa, ¿Por qué regresé a terminarla y verla bañada en el color blanco del insecticida? supongo que dejé salir a mi yo malvado en ese momento. Seguí pensando hasta que me dí cuenta de lo ridículo que era sentirse culpable por matar una chingada cucaracha.

Regresé a la mesa y termine de hacer lo que estaba haciendo. Acabé alrededor de las 12:00 pm y después me fui a la cama a dormir. Tuve un sueño muy raro...

De pronto estaba todo obscuro. Había estado huyendo de algo, pero no se de qué. Escuchaba el sonido de algunos automóviles y también los pasos de personas que ocasionalmente pasaban cerca de mí. Todo estaba tranquilo y se mantuvo así mucho tiempo hasta que escuche más movimiento del que había estado escuchando anteriormente, podía reconocer el sonido de los automóviles de tanto que los había escuchado, pero ahora se escuchaba un motor mas fuerte, era un camión, no había duda. Podía escuchar los movimientos bruscos de una persona que se movía con rapidez y también de cosas cayendo cerca de mi, cómo si fueran bultos. No le tomé importancia, supuse que era algo normal y que en cualquier momento el camión y la persona se irían.

Mientras me mantenía pensando en qué momento salir del lugar sin luz en el que me encontraba escuché pasos, alguien se acercaba cada vez mas hacía mí hasta que la atmósfera obscura se convirtió en luz brillante, no podía ver bien, me sentía descubierto e indefenso ante el fulgor de la luz. Corrí rápidamente y traté de esconderme nuevamente. Cuando aclaré mi vista me dí cuenta de donde estaba y de que todo era demasiado grande; sabía que ese lugar no era seguro. Era como si tuviera miedo, como si me estuviera escondiendo de algo. Así que me quedé bajo aquella sombra y pensé que si no me movía nadie notaría mi presencia.

Me mantuve así por un rato hasta que volví a escuchar unos pasos que no pronosticaban nada bueno. Me quedé petrificado al ver una sombra gigantesca cubriendo por completo mi cuerpo. Sentí de repente una enorme llovizna de ácido cayendo sobre mí y empapando mi cuerpo completamente. Sentía como aquello empezaba a traspasar mi piel. Intenté escapar de aquel lugar deseperadamente, pero fue en vano, empecé a moverme en zig zag y con dirección hacía a ningún lado mientras se empezaba a nublar mi vista. Después sólo recuperaba la consciencia por ratos, cuando sentía como algo me golpeaba hasta arrastrarme al borde de una orilla. Sentí un último golpe y caí a una especie de pavimento con hierbas. Ése último impacto me mantuvo consciente por un momento. Podía escuchar los vehículos tan cerca que pensaba que la llanta de alguno de los autos terminaría encima de mí.

Aquello que había ocurrido había terminado. Me sentía nefasto, pero no lo suficiente para morir. Pensé que iba a recuperarme; pero de nuevo volví a escuchar los mismos pasos anunciando mi final. Algo o alguien volvió a empaparme en un liquido que consumía mi piel. Era un dolor insoportable e indescriptible, sabía que iba a morir, y en un intento de desesperación, intenté aclarar mi vista por una última vez, antes de que el veneno terminara por escurrirse hasta mis ojos. Sentí la necesidad de ver que fue lo que había causado mi muerte y voltee la mirada, y allí, caminando hacía una enorme casa la pude ver... una puta cucaracha gigante con un insecticida en la mano.




5 comentarios:

  1. gracias, en realidad no esperaba que a llegara a "mamada" :')

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  2. Jajaja mamaste con el final xD pero jajaja fuiste la cucaracha :v

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  3. Jajajajaja súper loca la historia!!! Pero me gusto ;)

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  4. Wooow! Me encanta tu forma de describir las situaciones con tanto detalle, de manera que pueda imaginármelo y no me quede duda xD pido más posts como estos.

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